También de brilli-brilli, de sudor pegadizo, zapatillas de punta de goma, ‘pistolones’ de agua (ya no son simples pistolas), calderos, sulfatadoras ‘Bricoferr’, neveras de playa de corcho pan, bolsas del ‘Ikea’ con celveza flía y hasta de luces de Navidad. Este punto neurálgico de la ciudad se llenó de vida, de gargantas afónicas, de gafas de sol, camisas de flores variopintas (ya vale cualquier cosa), calcetines hasta la rodilla, labios rojos, barbas frondosas y algunos bigotes.